Lisandro Aristimuño, del sur a lo lejos

Lisandro Aristimuño en Myspace

Una entrevista: «Para componer, casi siempre hago los temas en un idioma raro. Como no sé hablarlo, invento un inglés muy raro»

Una crítica a su álbum «39°» en Rolling Stone.

Para quien es del sur y ha sido criado (y despeinado) por ese matrimonio salvaje que forman el viento y la inmensidad, no es tan difícil deducir de donde le vienen ciertas maravillosas ideas a Lisandro Aristimuño.

Sin ir por la vida con el cartel de “Made in Patagona” sobre sus hombros, Aristimuño es una consecuencia del sur. La evidencia de que los márgenes también existen.

Su ideario musical es tan rico y sorprendente que no admite una única definición (¿rock indie? ¿refundación del pop? ¿Neo folk? ¿Importa acaso?)

Sin embargo, “los cielos de Beltrán” se cuelan por allí.

Y uno que lleva la Patagonia en la piel, el territorio, como decía Borges, donde no hay nada (que es como abrir una posibilidad al Big Bang), uno que conjura el frío con vino tinto y besos, no puede menos que emocionarse de un modo profundo cuando su música se vuelve parte del aire.

Juro que no viajaré ya nunca más, en picada por el mapa, hasta lo más extremo, despojado de las canciones de Aristimuño. Ahora son parte de mi equipaje.

Sin frases como: “Lo que te di se vuelve hacia mí, solo sentí perderte otra vez y esto es así, música para mi, no dejaré ya descansar mis pies”.

Aristimuño ha traducido el sur sin hipocresía, sin adornos, sin mentiras maquilladas de seudo identidad. .

Por lo demás, su arte contiene muchas otras búsquedas estéticas que exceden el dogma geográfico.

Advertido el punto, escucharlo me hace pensar en unos ríos que hay allá por donde el diablo perdió el poncho. Ríos de verano. Cargados de deshielo, de plantas silvestres, de peces, de vida. Poderosas aunque delicadas líneas de agua que atraviesan campos eternos, montañas y tiempo fugado de los relojes.

En horarios inesperados, pulso play. Me dejo llevar por “Azules turquesas”, por “Blue”, por “La última prosa”.

Sentado al borde de su cadencia mágica, pienso y me voy.