El teatro es un mundo perfecto. Se nutre de las pasiones humanas y de muchas de sus locuras pero no sucumbe a ninguna de ellas. Sin embargo, no por ser una representación de la realidad, a veces metafórica, a ratos fidedigna, debe pensarse como un arte nada peligroso, 99 por ciento libre de bacterias. El teatro es una osadía que se vuelve pública, un secreto estampado en la cara. En la dinámica teatral no median cortinas de humo, ni perfumes que desgarren el aroma original de su texto. Lo que dice el teatro en una sala en penumbras puede conmover tu vida. Exponerse es la mejor forma de comprobar ese “qué pasaría”.
Cuarto Festival Fundación Patagonia: en diario “Río Negro”
Filed under: Sin categoría | Tagged: Chana Fernández, Darío Esevich, La fin del mundo, Nadia Grandón. La cosa y la cruz |
Responder